

La fachada del Pabellón de México en Dubái
Tejedoras de lazos



En Dubái nuestro pabellón es una bandera cultural
Es el único hecho a mano
Y gracias a él México está tejiendo vidas


Las tejedoras de Etzatlán, Jalisco, son reconocidas en el mundo gracias a que, en 2019, realizaron el “cielo tejido” más grande que se haya visto: 2,832 m2. Esta labor artesanal las hizo acreedoras a un récord Guiness y al reconocimiento nacional e internacional.
En 2021, la artista visual mexicana Betsabeé Romero fue designada para realizar la intervención que daría identidad al pabellón de México en la Expo Dubái 2020. Con esta labor por delante, Betsabeé, como en muchas de sus obras, apeló al arte popular mexicano que para ella es uno de los patrimonios más importantes que tenemos como nación.
La artista se puso en contacto con las tejedoras, quienes fueron coordinadas por Lorena Ron tanto en el “cielo tejido” como en la fachada, y comenzaron una ardua labor que duraría dos meses.

Juntas llevaron a cabo una acción que, en palabras de la artista, tenía por intención ser metáfora e inspiración: cuando parece que todo en el mundo está deshecho y deshilvanado, un grupo de más de cien mujeres se reúnen para tejer, para unir, para crear un tejido que representará a México a más de 14 mil kilómetros de distancia de donde la pieza fue creada y concebida, y que abanderará los lazos entre países y personas.

El tejido compuesto por las maestras artesanas es colorido y geométrico, es una figura centrífuga, una gran telaraña expansiva que da vueltas y simboliza el sentido circular del universo. En cada una de las franjas que la componen se hizo una impresión de la flor de quincunce, símbolo prehispánico compuesto de cuatro pétalos y un centro.
El Pabellón “Tejiendo Vidas” propone una vinculación con el futuro basada en nuestro patrimonio y tradiciones. Y como prueba de esta relación, el de México se encuentra entre los cinco pabellones más recurridos para tomarse una selfie. Es un hecho irrefutable: a los visitantes a la exposición les atrae la textura y calidez que encuentran en el trabajo manual y artesano producido en nuestro país.
Durante los seis meses de duración de la expo, México día con día hace un tejido con el mundo, que va desde la mano de una de las tejedoras de Etzatlán, hasta la de una persona que, en Oriente Medio, toca la fachada del pabellón. O desde una empresa mexicana que cierra una negociación con un inversor extranjero. O desde el agave jalisciense que se degusta en el pabellón de otro de los 192 países de la expo.

